Calas de Moraira

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Calas de Moraira, Cala Andragó en un óleo sobre tela de 73 x 54 cm / Pintor Alejandro Cabeza


Abandonando el paisaje de Jávea y siguiendo en el mismo litoral, llegamos a otro pueblecito de gran encanto en sus costas y con los mismos azules o, al menos, parecidos: Moraira. Como si de una hermana pequeña de Jávea se tratara, sus costas ya no son tan abruptas ni ricas en lo que a acantilados se refiere.  No obstante éstos, aunque más pequeños y modestos, no dejan de tener su encanto para el ojo del pintor.

Aguas de azules y esmeraldas como las de Jávea. De rocas blancas que crean un juego de cromatismos y contrastes. Pueblos que, aunque desgastados por el turismo, aún hoy en día, mantienen ciertos ecos del pasado y de su esplendor. Desde Moraira tomamos la carretera que, bordeando la costa, nos lleva hacia Calpe. Aproximadamente a unos 2 km., parece ante nosotros una bonita cala rocosa de enormes piedras erosionadas por el inmemorial batir de las olas. 

En este cuadro vemos el mismo pueblo al fondo, con su evolución actual.  Con puertos pesqueros que ya nada tiene que ver con lo que fueron; ahora enclaves deportivos y de ocio. Quizás lo que todavía conservamos de estas vistas son los rincones recónditos y escondidos, que aún mantiene el sabor de antaño.

Cala Tangó

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Cala Pope y Tangó / Óleo sobre tela 46 x 38 cm / Pintor Alejandro Cabeza 2008

Volviendo otra vez a los esmeraldas, pero sin dejar el entorno de Jávea, encontramos esta cala bastante escondida o, al menos, de difícil acceso. Situada junto a la escollera de levante del puerto y resguardada por los acantilados del cabo de Sant Antonio, la cala del Tangó o del Pope es considerada uno de los rincones más bellos del litoral valenciano. Un paraje que, a lo largo de la historia, ha sido representado por diversos pintores. Como el propio Joaquín Sorolla, que la plasmó en diversos cuadros, o Leopoldo García Ramón, otro valenciano, por mencionar sólo algunos de ellos.  Diferentes composiciones en cada caso, pero donde los azules cobran, invariablemente, protagonismo. 

Existe una historia popular muy curiosa que circula alrededor de esta cala tan pequeña y recóndita. Entre 1989 y 1965 vivió en Duanes de la Mar de Jávea un religioso ortodoxo que escapó de Rusia al estallar la revolución bolchevique. Acudía a bañarse a esta cala, motivo por el cual se la empezó a llamar Pope.  Los vecinos que veían al Pope despojarse de sus llamativos atuendos para darse en estas cristalinas aguas un chapuzón, incluso en invierno, acuñaron el topónimo de la cala del Pope.

A pocos metros de la cala, en un saliente de roca, existió una pasarela de salvamento de náufragos que se asemejaba a las plataformas, conocidas como "tangó", que desplegaban a ambos lados los buques de guerra. Hoy ya desaparecida, sí se puede observar aún en muchas fotografías de la época o en algunas  pinturas.

Mar agitado

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Mar agitado en un óleo sobre tela de 73 x 54 cm / Pintor Alejandro Cabeza 2001

Los temas marinos, entre el comercio y la luz


Realmente ni soy pescador, ni hago footing por la playa. Incluso los amaneceres que he visto junto al mar están contados. Para mí los temas marinos sólo son una forma más de analizar y profundizar en el paisaje; de introducirlo en mi trabajo pictórico. Supone un argumento más dentro del vasto conjunto de mi obra. No hay que buscarle otras consecuencias.

Sin embargo sí es cierto que las marinas tenían su mensaje o lectura social en el pasado. Entonces eran un reflejo de los pueblos costeros y pesqueros, de una forma de vida fundamental en su época. Del mismo modo que determinados paisajes podían serlo del ámbito rural. O como las imágenes urbanas del Paris cosmopolita podían serlo de sus propias gentes. Estas temáticas se clasifican hoy como costumbristas.

Durante muchos años el pintor valenciano de la luz y el color fue voluntariamente obviado en los ámbitos universitarios y, en general, por todas aquellas mentes de pensamiento fácil. Se convirtió casi en un tabú. La figuración en la pintura arrastra muchos complejos; es blanco de prejuicios establecidos por fenómenos culturales atribuibles a la moda y a determinados críticos fascinados por los métodos inquisitoriales y movidos por intereses que no siempre tiene que ver estrictamente con el arte. Estos fenómenos explican el mutismo que se generó alrededor de su obra. Hoy por hoy ese silencio se ha roto. Todo comenzó a cambiar cuando cierto pintor  de cinematográficos membrillos se puso a dar conferencias, aquí y allá, hablando de la importancia del color y la luz en la pintura (en su pintura) Haciendo incluso manifestaciones contrarias a las que sostuviese tiempo atrás, pues él también se había contado entre los detractores. 

El comercio está interesado en todo aquello que se crea con un cometido mercantil. Las obras de evocación nostálgica, las de visión romántica o sencillamente las que tienen un contenido actual, al suscitar el agrado de algunos espectadores, son las primeras en asociarse a lo comercial. ¿Pero qué temática se libra entonces de ese peligro? ¿Acaso las temáticas urbanas no son también presa de esa insidia? Incluso los autores que no tienen temática pero sí un esquema fijo, ¿no son pasto de esta misma rueda al repetir una estética artificial para su beneficio personal? Todas estas circunstancias no hacen más que distorsionar la pintura y la visión que tenemos de las temáticas abordadas en los diferentes periodos.

La temática marina, por sus propias características, se ha convertido en blanco fácil para el comercio del arte, que no se preocupa en absoluto de cómo esas marinas están ejecutadas, dónde o por quién. La marina actualmente, vaciada totalmente del contenido que pudiera darle la historia de su pasado, se ha convertido en otro género más, como un tema de alta montaña, uno urbano o un cuadro de tema rural.