Calas de Moraira, Cala Andragó en un óleo sobre tela de 73 x 54 cm / Pintor Alejandro Cabeza
Abandonando el paisaje de Jávea y siguiendo en el mismo litoral, llegamos a
otro pueblecito de gran encanto en sus costas y con los mismos azules o, al
menos, parecidos: Moraira. Como si de una hermana pequeña de Jávea se tratara,
sus costas ya no son tan abruptas ni ricas en lo que a acantilados se refiere.
No obstante éstos, aunque más pequeños y modestos, no dejan de tener su encanto para el ojo del pintor.
Aguas de azules y esmeraldas como las de Jávea. De rocas blancas que crean un
juego de cromatismos y contrastes. Pueblos que, aunque desgastados por el
turismo, aún hoy en día, mantienen ciertos ecos del pasado y de su esplendor.
Desde Moraira tomamos la carretera que, bordeando la costa, nos lleva hacia
Calpe. Aproximadamente a unos 2 km., parece ante nosotros una bonita cala
rocosa de enormes piedras erosionadas por el inmemorial batir de las
olas.
En este cuadro vemos el mismo pueblo al fondo, con su evolución actual.
Con puertos pesqueros que ya nada tiene que ver con lo que fueron; ahora enclaves
deportivos y de ocio. Quizás lo que todavía conservamos de estas vistas son los
rincones recónditos y escondidos, que aún mantiene el sabor de antaño.