Las rocas representan un elemento profundamente personal en cada una de las pinturas, dotándolas de una identidad única y evocadora. Sus formas y contornos son infinitos, lo que permite una exploración visual sin límites que varían de una obra a otra. Esta diversidad de formas y texturas aporta a cada composición un carácter singular y distintivo, haciendo que cada pintura transmita una atmósfera irrepetible. En cada obra, las rocas cobran vida de manera particular, contribuyendo a crear un paisaje emocional y visual que realza la conexión entre la naturaleza.
Estas idiosincrasias en una pintura hay que unirlas al peculiar elemento del agua siempre sujeto al movimiento, lo cual lo convierte en otra circunstancia casual que hace que las composiciones creadas sean únicas y personales en su totalidad. Combinadas con la luz y las armonías en una atmosfera irrepetible son el camino adecuado para poder realizar pinturas de una gran belleza..